Controles en el cáncer: la enfermedad de la incertidumbre

Cuando has padecido un cáncer y te sometes a los controles rutinarios, es difícil no volverse a plantear las dudas acerca de la enfermedad, las posibilidades de recaída, los duros tratamientos, el miedo a morir...

Puedo hablar sobre este tema, desafortunadamente, en primera persona. Hace dos años por estas fechas me diagnosticaron un cáncer de mama. Cada caso es un mundo, pero mi caso se convirtió en casi diría yo todo mi mundo. No podía pensar en otra cosa, es decir, pensaba en todo lo relacionado con la enfermedad: cuál es el diagnóstico, cuál es el pronóstico, cómo serán los tratamientos, cómo afectará a mis hijos, a mi familia, a mí..., ¿cuánto voy a vivir?

En aquel momento experimenté una pesadilla de la cual no conseguía despertar. Empezaba un nuevo día, me levantaba de buen humor, quizá, y de inmediato hacía una mueca y me decía a mí misma: "esto sigue aquí, sigo viviendo la misma pesadilla". Bueno, poco a poco me fui acostumbrando a la idea, pasé por ratos o días de ira, de angustia, de miedo... -sí, también de negociación (pedía poder vivir hasta que mis hijos fueran mayores, quince años, no, eso es poco, dieciocho... ¿a qué edad acaso importa menos que se muera una madre?)-. Recuerdo que un día, hablando con mi tío en la cafetería del hospital, le comenté que veía la enfermedad como otro embarazo. Me miró perplejo. Me dijo que los embarazos por muy duros que fueran (náuseas, dolores de espalda...) no podían compararse a esto, y que además representaban la vida y el cáncer representaba... Le interrumpí: "La vida, también; si logro salir de este túnel, de este año largo de tratamientos, lo que me espera es la vida, no hay mejor recompensa". Sonreímos los dos.

Mi pronóstico no era fácil, mi tipo de tumor, el grado de infiltración..., todo hacía que nos moviéramos en aguas movedizas, en la más profunda incertidumbre de lo que podía llegar a pasar conmigo. Yo preguntaba "¿puedo ser de aquellas personas que están tan a la derecha de la curva de la campana de Gauss?", quería saber si pese a las dificultades estadísticas -lo peor tal vez sea leer estadísticas, porque ningún número realmente te identifica, tú puedes situarte en cualquiera de los posibles puntos de las gráficas...- ¿podía curarme? Recibí diferentes respuestas de los profesionales. Desde que no era posible hasta que sí lo era, pero esto último me lo dijeron con la boca chica.

Accedí, en un hospital público, al mejor tratamiento posible para mi caso según los últimos estudios, bla, bla, bla... Y conseguí estar, desde un punto de vista estadístico, en la puntita más hacia la derecha posible de la curva... Nadie puede hablar de curación oficialmente, pero no hay evidencia empírica, en mi organismo, de ningún cáncer. No hay rastros de él. Así que estoy limpia.

Limpia, de momento... Esta semana me he hecho los estudios de control, que ha de ver mi dulce y admirada oncóloga, y hasta que ella me mire a los ojos y me diga que todo va bien no puedo saber "a ciencia cierta" que todo va bien. Ella y yo nos comunicamos de un modo muy especial a través de las miradas, y es difícil que se me escape la impresión cuando ella está preocupada. De modo que en los primeros instantes de la visita ya se resuelve lo fundamental: sigo limpia o...

Yo creo que sí, casi siempre creo que sí, y posiblemente mi actitud haya contribuido en los excelentes resultados. Me gusta pensar que algo he podido participar, por aquello de no perder totalmente el control. Sin embargo, el cáncer va de eso: de recordarte que la vida está llena de circunstancias que escapan a tu control y que lo único que puedes hacer, quizá, sea saber o aprender a afrontar las adversidades de la vida. Parece un buen consejo y, aun así, es un mega reto. Y los desafíos se presentan continuamente y en diferentes situaciones. Y a mí cada vez que tengo los controles oncológicos me vuelve a pasar factura mi primera experiencia con la enfermedad. Pero la herida no duele igual, ahora puedo escribir sobre el tema, hablar sin tener ganas de llorar, intentar ayudar a otras personas que se enfrentan a algo similar. Puede que esté "ganando la batalla". Puede que esté recuperando mi esencia, quién era antes del diagnóstico de cáncer de mama.

Y, dentro de lo malo, lo bueno de haber pasado por ello es que sé que puedo afrontarlo. Si tengo una recaída, podré alistarme para ganar otra batalla más. Eso sí, como soy una persona pacífica -si no le preguntáis a mi marido-, prefiero el amor antes que la guerra y prefiero no tener que batallar, así que espero unos buenos resultados y poder seguir con mis rutinas de mujer, madre, psicóloga, con los retos del día a día preferiblemente más lightssss.






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